miércoles, 27 de agosto de 2008

Ricardo González Vigil


Años decisivos de la narrativa peruana


Prólogo

Reuno aquí numerosos artículos que he publicado sobre los narradores de la Generación del 50 (ese es el membrete más utilizado, aunque resulte más adecuado llamarla del 45/50, conforme lo hacen Julio Ortega y Marco Martos, teniendo en cuenta que varias de sus voces centrales surgen a mediados o a fines de los años 40, particularmente en poesía) y los que se dan a conocer en los años 60 (en pleno boom de la novela hispanoamericana, donde fulguró un peruano: Mario Vargas Llosa), hasta ese imponente “brote generacional” ubicable hacia 1968, precedido por el hito que fue el primer número de la revista Narración, aparecido en 1966.

Respecto a dicho “brote”, Alberto Flores Galindo y yop hemos propuesto hablar de una Generación del 68, teniendo presente que libros muy representativos, pertenecientes a Alfredo Bryce Echenique, José B. Adolph, José Hidalgo, José Antonio Bravo y Edmundo de los Ríos; añádase que ese año se dio a conocer como cuentista, en la revista Fabla, Gregorio Martínez y que Luis Urteaga Cabrera ganó el concurso de la revista Visión del Perú y Augusto Higa Oshiro, el certamen César Vallejo (sobre el punto, véase mi prólogo a El cuento peruano 1968-1874; Eds. Copé, Pertroperú, Lima, 1984).
Generación pródiga en nombres de calidad que, luego de su iniciación en el lapso 1968-1979, ha alcanzado una espléndida madurez en los últimos veinte años, aportando la mayoría de las obras más admirables de esa especia de boom (así lo calificó Cesáreo Martínez), que comenzó a experimentar la narrativa peruana a partir del “regreso” de Miguel Gutiérrez con Hombres de caminos (1988). Para evitar que este libro sea voluminoso en demasía, aquí solo incluyo a los autores del 68/70 que colaboraron en la revista Narración, dejando para otra ocasión a los restantes (muchos, se verá).

La narrativa peruana contemporánea, liberada de las pautas decimonónicas, comenzó a andar con los escritores de fines del Modernismo (1905-1920) y, de modo más audazmente innovador, con los del período vanguardista (años 20 y 30 del siglo XX). Empero, el triunfo definitivo de la “nueva narrativa” recién advino con la Generación del 45/50 (repárese que casi todos los exponente del boom hispanoamericano de los años 60 pertenecen a esa hornada en sus respectivos países), desplegándose aún más, abarcando todas nuestras sangres y explorando todas las dimensiones de lo real y lo ficticio, en ese momento culminante que se vivió en los años 60 y 70. Verdaderos años decisivos. A tal punto que incluso autores anteriores, como Gamaliel Churata y José María Arguedas, publicaron sus textos mayores después de 1950, en diálogo consciente con el dinamismo creador de esos años.

Conviene puntualizar que en El Perú es todas las sangres (1991) ya abordé a Mario Vargas Llosa (sobre el cual he seguido tejiendo comentarios, acumulando un material digno de un volumen aparte) y a Manuel Scorza, por lo que ya no figuran aquí en la parte dedicada a la Generación 45/50. De otro lado: la revista Narración contó con la participación de Oswaldo Reynoso y Antonio Gálvez Ronceros, en cierto modo Eleodoro Vargas Vicuña (aclaremos que estimuló su creación, pero no llegó a participar propiamente en la confección del primer número, ni a colaborar con escrito alguno), tres autores con obra previa a Narración, enmarcables dentro de la Generación del 45/50, por eso los sitúo dentro de ella en este volumen. También por su participación anterior en el Grupo Trilce de Trujillo colocamos en él a Juan Morillo Ganoza (activo integrante de Narración) y Eduardo González Viaña (colaboró en el primer número de Narración).

Debo aclarar, además, que reproduzco tal cual mis artículos, sabiendo que contienen —por su carácter periodístico, destinado al gran público— repeticiones de datos o ideas sobre determinados autores y generaciones, cuando no apreciaciones que se ajustan al momento de su publicación (por ejemplo, que una obra o un autor sean valorados entre los más destacables hasta entonces, de una tendencia o una nueva hornada), aunque luego otros libros u otras voces modifiquen la valoración que emití. Podrá seguirse así la recepción al calor mismo de la actualidad literaria.

En cuanto a los criterios que sustentan mi labor como estudioso de la literatura, ya los expuse en los prólogos a Retablo de autores peruanos (1990) y El Perú es todas las sangres. Aquí toco esas cuestiones en la primera parte del volumen, en las entrevistas concedidas a José Hidalgo (entreteje mis declaraciones en una semblanza enriquecida con su generosa apreciación crítica) y Carlos Arroyo; véanse, también, las aclaraciones previas de las pp.57-59.

Finalmente, vaya mi agradecimiento a los directores de las publicaciones en las que aparecieron originalmente los artículos aquí reunidos, en particular del diario limeño El Comercio, donde escribo regularmente reseñas (a partir de 1980 bajo el membrete “Letra Viva”) desde 1976; a Enriqueta Rojas Cañamero, propasar en limpio los borradores, llenos de tachaduras y enmiendas, de gran parte de mis artículos; a Jorge Díaz Herrera, por solicitarme este libro para la Colección Súmmum, de la Editorial San Marcos; y, por cierto, a mi esposa María Antonieta Reátegui, y a mis hijos María del Pilar y Ricardo Alfonso (el cual subsana mi torpeza cibernética y me proporciona valiosa información), por su constante apoyo en estos decenios continuos de labor crítica contra viento y marea, a trancas y barrancas, caza sutil de la letra viva, independiente del secreto (atado a enredos y argollas) profesional.

Ricardo González Vigil


Título: Años decisivos de la narrativa peruana
Autor: Ricardo González Vigil
Editorial: San Marcos (Colección Súmmum)
Número de páginas: 432 pp.

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